Las cosas que creía

Cuando vivía en Florianópolis yo estaba muy segura de que odiaba a los boliches. No podía aceptar la idea de meterme en un lugar donde siempre había más gente que la capacidad máxima permitida y donde nadie bailaba, porque 1- estaba siempre tan lleno que no se podía mover 2- la música no contribuía. Eso porque los DJs eran divididos en dos categorías: los indies conservadores y los que creían ser muy graciosos al pasar canciones que mi tía Cleusa escuchaba en el 1999 mientras colgaba la ropa recién lavada. Aparte que solo habían dos boliches donde podría ir la gente que no hacía parte del lifestyle tengo-mechas-californianas-amo-chandon-y-Jurere-es-muy-top. Y los dos lugares eran muy parecidos, con la importante diferencia que el más clásico tenía solamente dos baños, y con dos baños quiero decir dos inodoros. En el otro al menos se podía mear de manera digna sin tener que aguantar unos hipster de rodete y camisa floral golpeandote la puerta.
Entonces cambié de ciudad-país, siempre resistiendo en poner mis pies en uno de esos lugares, hasta que de repente ahí estaba yo, con 26 años, muy loca en la pista, disfrutando como nunca y deseando salir a bailar una vez por mes (si, porque si tuviera 18 iba a querer todos los fines de semana). La obvia conclusión es que no me gustaban los boliches de Florianópolis, por razones aún más obvias.
También creía que mi destino era viajar por el mundo. Cuando ahorré plata y me vine a Buenos Aires con una mochila de 70 litros en la espalda pensaba que era lo que iba a hacer para siempre. Creía que pasaría unos seis meses acá y luego volvería a lo de mis padres, ahorraría plata haciendo cualquier cosa y volvería a viajar, a otro país. Hoy solo me da fiaca pensar en la mochila pesada, el hostel sucio y las horas de viaje. Mientras tanto, compro muebles para mi departamento con contrato de dos años.
Igualmente ya estuve segurísima de que quería ser reportera del área cultural, y dios mío, hoy tengo palpitaciones en solo pensar en eso. Laburar en los fines de semana, entrevistar gente que cree ser gran cosa, mirar películas malas, escuchar música mala, ir a ver a obras de teatro malas, leer libros malos, básicamente arruinar todo lo que más me gusta hacer para ganar un sueldo de hambre. Quien iba a querer eso, en serio? Cuando dejé esa vida todo lo que más deseaba era tener un laburo de lunes a viernes, de 9h30 à 18h30. Y mirá… qué maravilla es poder hacer planes con mi tiempo libre, que siempre será mío.

Ah, yo también era de esas que siempre sabían bien lo que querían.  

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